Hemos llegado al kilómetro final de nuestro destino por nuestra
particular y tétrica senda. No sabemos que nos duele más: si el alma, o
los pies, pero lo hemos conseguido.
Compendiosamente,
tratamos de exponer y curar bajo la música, un dolor
concreto que viene precedido de una intensa y larga vivencia. Y así,
creemos sentirnos alejados de nuestra desazón al completo, tras
haber expulsado el último hálito hostil de nuestro interior.
Abrir nuestra mercancía, escoger un estado mental abstracto, y dejaros llevar.
Llegó el otoño.
Siempre. Gracias.
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